Hoy se cumple un nuevo aniversario del Congreso de Oriente o de los Pueblos Libres que tuvo lugar en Concepción del Uruguay en 1815. Fue una reunión de las provincias litorales, federales, bajo la influencia de José Gervasio Artigas, que se anticipó a Tucumán en confirmar los propósitos independentistas de Mayo
Por Pacho O’Donnell
Se conoce con el nombre de Congreso de Oriente o Congreso de los Pueblos Libres a la asamblea de diputados celebrada el 29 de junio de 1815 en la villa de Arroyo de la China, hoy Concepción del Uruguay, en la Provincia de Entre Ríos. El Protector de los Pueblos Libres, José Gervasio Artigas, presidió el congreso de las provincias sujetas a su Protectorado dentro de las Provincias Unidas del Río de la Plata, reconocidas como Liga Federal o Unión de los Pueblos Libres.
Debido a que la Asamblea del Año XIII no habido cumplido con su finalidad de proclamar la independencia, que era la primera de las Instrucciones del caudillo oriental a sus representantes, el de Oriente debe ser considerado como el primer congreso independentista en las provincias del ex Virreinato del Río de la Plata.
No se trató tanto de una formal declaración independentista sino la afirmación de dicha voluntad por parte de provincias que no habían dudado de que la revuelta del 25 de mayo se hizo para cortar los vínculos coloniales con España. Marcando una sustancial diferencia con Buenos Aires y sus aliados provinciales que optaron por la estrategia de ocultar sus propósitos insurreccionales de algunos de los partícipes de Mayo. No de todos por cuanto dos comerciantes españoles, Larrea y Matheu formaron parte de la Primera Junta y su propósito era derriban al virrey que sostenía la exclusividad del comercio con España para así abrirse al libre comercio, fundamentalmente con Inglaterra.
La decisión de los Pueblos Libres y de su Protector por romper lazos con España, más decidida y más sostenida que la de los políticos de Buenos Aires, se hace clara en la lectura de los archivos sobre las comunicaciones del imperio portugués radicado en Río de Janeiro y las de Andrés Villalba, delegado de Fernando VII y de su Ministro de Estado el Duque de San Carlos ante el Emperador Pedro I de Portugal. Artigas envió delegados a Río en distintas oportunidades fingiendo buscar cooperación en su guerra contra el centralismo porteño, una estrategia de engaño que Juan Pivel Devoto, editor del Archivo Artigas, define como un recurso de circunstancias, “ardid de guerra, fingimiento político, a que se apeló para salvar el destino de la revolución oriental”. Estas misiones fueron una de las formas de contrarrestar las gestiones diplomáticas del Directorio de Buenos Aires en el Brasil.
La princesa Carlota, hermana del rey Fernando y esposa del emperador portugués, estuvo alerta a los movimientos de Artigas en la esperanza de concretar la alianza contra Buenos Aires. Pero con el correr de la correspondencia con Villalba hay un cambio de actitud en sus misivas: en un primer momento se muestra entusiasmada con la posibilidad de ser mediadora en el Río de la Plata en favor de los intereses de Fernando VII, luego hay desencanto y descrédito hacia Artigas y finalmente declara que la única alianza o esperanza posible para la monarquía española está en los políticos de Buenos Aires y que debe evitarse a toda costa que los artiguistas venzan. Decisivo para este cambio fue el triunfo del oriental Fructuoso Rivera en Guayabos, el 10 de enero de 1815, donde fue manifiesto y unánime el “sentimiento antiespañol” y emancipatorio cuando se izó la bandera azul y blanca cruzada por una banda roja y se hizo pública la decisión de “morir por la independencia”.
En una carta fechada en Río de Janeiro el 18 de abril de 1815 Villalba fue terminante en su juicio: “Si Artigas hubiese tenido armas y cuanto necesitaba, no hubiera ciertamente aparentado ser del partido del Rey”. De acuerdo a las informaciones de sus espías la declaración de la independencia es para los realistas más evidente e inminente, así como más firme su propósito, en Artigas, que en la propia Buenos Aires. Escribe un informe a Don Pedro de Cevallos, con el fin de “alertar” a la corte de Fernando VII de la situación política y las intenciones del Caudillo Artigas y sus seguidores, con fecha del 12 de abril de 1815, y explica:
“Así como antes veía con gusto que Artigas distraía con sus pelotones de gentes las fuerzas de Buenos Aires, ahora veo con dolor que va tomando ya tanta preponderancia sobre aquellos que es capaz de llegar a dominar en Buenos Aires, y entonces creo muchísimo más difícil que antes la sumisión y reconciliación de estas provincias a la España”.
De la información contenida en este párrafo parece claro para los espías, informantes y observadores externos a la pugna Directorio porteño / Artigas, que la relación de fuerzas, al menos durante 1815, se ha modificado ostensiblemente a favor del federalismo oriental. Los apoyos militares y políticos de éste en el litoral y extendido a otras provincias, como Córdoba y Santa Fe, además de haber consolidado su hegemonía dentro de la Banda Oriental, no sólo le dan el liderazgo de esa confederación o Liga Federal, luego de los Pueblos Libres, sino que lo posicionan con una preponderancia sobre Buenos Aires. Uno de los motivos fue seguramente el gran apoyo popular, la base social del artiguismo, todo lo contrario se generaba con los conflictos y fuertes disidencias que tenía el gobierno de Buenos Aires, que se veía obligado a levas forzosas y a reprimir alzamientos militares recurrentes. Este riesgo para Buenos Aires es la explicación de su ominoso apoyo a la invasión brasilero-portuguesa a la Banda Oriental, es decir a su propio territorio, que a la postre culminó con la pérdida de esa rica provincia. Todo se justificaba con tal de destruir al caudillo oriental.
Las palabras de Villalba al rey nos muestran de modo contundente que para el régimen colonial de España y su intento de recuperar las colonias americanas, era mucho más viable y factible negociar con Buenos Aires, con alguna esperanza de acuerdo, que hacerlo con Artigas, quien claramente representaba para España la imposibilidad y la negativa de recuperar el poder. Esta afirmación, de puño de un miembro del ministerio real, prueba no solo la posición independentista de Artigas, sino también real e inminente que era vista la emancipación para las provincias del federalismo oriental, más allá de toda especulación política, como los intentos de coronar príncipes europeos por parte de Buenos Aires.
Como ratificación de lo que hemos afirmado hasta ahora, en esa misma carta citada el emisario en la corte portuguesa le dice a su majestad: “Para contentar y lisonjear a Alvear que ahora manda como Director de Buenos Aires y a los demás que tienen influencia en aquel gobierno hay mil medios; pero para contentar a Artigas y a su segundo Otorgues, que es una misma cosa, no hay ninguno, pues estas gentes son tales que ni los honores, ni las distinciones, ni las comodidades les importan nada, y como todas sus necesidades las hallan socorridas en las campañas y en los montes (pues con un pedazo de carne, que a veces comen cruda y sin sal, ya están contentas) todo lo miran con indiferencia.”
Andrés Villalba sigue contando alarmado sobre las acciones pro independentistas al ministro de Estado español Pedro de Ceballos. Expresa que ha visto copias de documentación, “papeles” interceptados a un comisionado de Artigas por los que claramente se deduce que “este caudillo ha trabajado y trabaja actualmente mucho por la independencia, que está furioso contra los de Buenos Aires porque supone que son contrarios a ellos de algún tiempo a esta parte…”
Relata en su informe que ante el retiro de las tropas porteñas de Montevideo, la plaza es tomada por el general Otorgues, el segundo de Artigas, quien entra a la ciudad sin tropas para evitar violencia o que se cometan excesos, e inmediatamente nombró a individuos del pueblo para que gobernasen, “siendo uno de los primeros de los más inclinados a la independencia (dicen), enarboló una nueva bandera, cuyo dibujo es el que acompaño siendo las fajas de varios colores, y dicen que en ella hay un letrero que dice: morir por la independencia.”
En esa misma carta Villalba reporta tener en su poder copia de una Constitución, “que dicen hecha para las Provincias del Uruguay que están bajo la dominación de Artigas”. Aclara que presume no ha sido redactada en ese momento, sino que ya existía desde tiempo atrás, pero resultaba ahora oportuno para el caudillo el intento de ponerla en vigencia, y por este motivo la remitía en su informe a V. E, “a pesar de estar mal redactada”, para ponerlo sobre aviso de las terribles intenciones de los artiguistas. Dicho proyecto de Constitución no ha llegado a nuestros días, como mucho del material del bando federal caído en manos del unitarismo.
Que el bando de Artigas venciera o no definía la suerte y el futuro de la revolución en el Río de la Plata. De imponerse garantizaban el fin del poder y las esperanzas de retorno del dominio español, era la Independencia; por otro lado, de imponerse Buenos Aires, esto se tornaba indefinido y volátil, factible de negociar y acordar con la península. Los sucesos de los años siguientes lo confirman, ya que declarada la independencia artiguista, se demora un año más en declararla el Congreso de Tucumán, pero con mayor tibieza y de modo inacabado, ya que no determina ni forma de gobierno, ni organización ni constitución, y mantiene abiertas las negociaciones con la realeza europea.