A la 1,45 de este 23 de febrero, en el Hospital de Clínicas de Montevideo, se nos fue uno de los más queridos hermanos de lucha, Jorge “Tambero” Zabalza. Como una radiografía de lo que fue toda su vida, este último mes se empeñó en seguir peleando contra la muerte, porque si había alguien que amaba la vida, era precisamente el Tambero. No tengamos duda que a partir de ahora, la Patria Grande en la que tanto bregó para terminar con las injusticias que padecen los más humildes se queda un poco más desprotegida, ya que él y su historia de permanente trasiego revolucionario fueron llenando un espacio donde casi no cabía su corazón libertario.
Zabalza, Tupamaro con mayúsculas, se estremeció de dolor cuando las balas enemigas le arrancaron de su lado a ese joven combatiente que fue su hermano Ricardo, aquel aciago 8 de octubre del 69, en que el tupamaraje insurrecto se lanzó a ocupar la ciudad de Pando para homenajear al Che, y demostrarle a los copetudos del poder que cuando se quieren cambios reales no alcanzan los discursos ni las declaraciones altisonantes: hay que poner el cuerpo y las armas que se necesiten, cueste lo que cueste. Desde entonces, con esa pena grande en su mochila, el Tambero no descansó un minuto de su existencia en reivindicar la necesidad de darlo vuelta todo para acabar con ese capitalismo criminal que seguimos padeciendo.
Como buen vasco que era jamás reculó ante las dificultades y como leal miliciano de ese otro grandeamericano que es Raúl “Bebe” Sendic, colaboró a construir esa organización que fue ejemplo en el continente y el mundo por su audacia, imaginación y coraje. Con el MLN Tupamaros recorrió todo un camino de confrontación con la oligarquía uruguaya, poniendo como meta en alcanzar el socialismo. De esas patriadas, vale recordar a Zabalza escapando (en la llamada “Operación Abuso”, de la prisión de Punta Carretas con otros 110 compañeros, para reintegrarse a una lucha en la que nunca dejó de combinar la formación política con la práctica en el combate. Luego, la ofensiva enemiga lo volvió a atrapar junto a Sendic y otros tupas, para enterrarlos vivos en una tumba carcelaria, donde el principal objetivo era destruir física y psicológicamente a eso jóvenes rebeldes. Allí, el Tambero, como el resto de sus compañeros, dio batalla para no enloquecerse ni quebrarse, y sobre todo para demostrarle a sus verdugos de qué valores estaban hechos esos que ellos imaginaban ya derrotados.
Después vino la libertad, los reencuentros con los hombres y mujeres del pueblo que habían resistido también heroicamente la ofensiva criminal de la dictadura, los desencuentros entre los tupas, que llevaron a que el Bebe Sendic, con inmensa razón y aferrado a convicciones revolucionarias que dieron origen al Movimiento, discrepara abiertamente de los que ya amagaban con saltar el charco hacia la democracia burguesa y dejar atrás el camino revolucionario. Los Mujica, Fernández Huidobro y algunos otros, a los que tan bien definió tiempo después el Tambero como “vulgares administradores del capitalismo”.
Zabalza no se arredró por esos sinsabores y después de ser elegido por el voto popular como edil montevideano volvió a marcar el territorio de por dónde se debe andar si se es auténticamente revolucionario, por eso se negó a ser de la partida en reconocer como ciudadano ilustre a un presidente francés derechista que visitaba el Uruguay, contraviniendo lo que indicaba el protocolo, o también votando en contra de todos sus colegas del Frente Amplio, cuando el intendente “de izquierda” Mariano Arana decidió otorgar a manos privadas la concesión del Casino de Carrasco. La potencia de ese voto de Zabalza fue tal, que tiró abajo el proyecto privatizador e incluso provocó la renuncia de Tabaré Vázquez, como presidente del Frente Amplio.
Esas y otras jugarretas neoliberales que después se afianzaron en el llamado Frente de izquierda por el que tanto se había peleado, lo fueron alejando del mismo. El Tambero siempre fue hombre de no caminar por la vereda del medio y si intuía que las políticas burguesas iban a jugar en contra del pobrerío, plantaba bandera y decía a quienes lo quisieran oír: “yo por ese aro no paso”. Prefirió refugiarse entre sus vecinos del popular y obrero barrio La Teja, seguir reivindicando al Che, organizar y marchar los Primero de Mayo con los de abajo (la rebelde Columna La Teja), tratar de construir organizaciones de base y criticar duramente las abiertas traiciones de sus ex compañeros de militancia que se sentaban en los sillones del gobierno y borraban de un plumazo los principios originales de su militancia.
Quienes tuvimos la suerte de conocerlo y admirar su capacidad de pensamiento crítico, siempre sentimos que su reivindicación permanente de la memoria revolucionaria era una trinchera donde cobijarnos. Coincidimos con él y lo seguiremos haciendo en que la Revolución no es una fantasía ni una utopía inalcanzable, y por eso en sus escritos, declaraciones y charlas mano a mano, descubríamos que el Tambero estaba dando en el clavo cuando en medio de la pantomima “progresista” y el posibilismo, denunciaba la total entrega de nuestros países al imperialismo y al capitalismo.
Párrafo aparte y de una importancia fundamental, ha sido la inmensa apuesta que Zabalza hizo por el amor junto con su inseparable compañera Verónica Engler. El Tambero y la Vero construyeron una pareja-fuerza que en lo que hace a Zabalza le permitió disfrutar (bien vale el término) después de tantos dolores. La Vero ha sido para él una de las grandes razones de seguir pechando la vida, para, a la vez, seguir sosteniendo sus ideas rebeldes. Tanto fue así que cuando el maldito cáncer lo sorprendió hace más de diez años, se dispuso a ganarle la partida para no sólo seguir pujando por la Revolución sino también para estar junto a esa compañera extraordinaria que se le cruzó una vez en el camino y se quedó para siempre. Para ella vaya también este homenaje que garabateamos con dolor por esta horas.
Zabalza también dejó huella en la tarea de escribir por la memoria, evocado la lucha tupamara, haciendo autocrítica de errores cometidos en su militancia, enseñando a los más jóvenes el rol que jugó el Bebe Sendic en las luchas del Uruguay, y rescatando las mejores tradiciones artiguistas de la historia uruguaya. Golpeado por la enfermedad y con las dificultades que ella le causara estos últimos años, nunca dejó de cantar presente en los homenajes a sus compañeros caídos en combate o en la cita anual masiva de recordar y pedir justicia por los desaparecidos y asesinados. Por ser como fue siempre, hace muy poco lo volvieron a judicializar por manifestarse junto a otros luchadores en un juzgado montevideano, y aprovechó la oportunidad para volver a acusar a quienes consagraron la impunidad a los asesinos de su pueblo.
Mientras tanto, en la soledad que nos deja tu partida, seguiremos defendiendo tus ideas, que son las de Sendic, de que “habrá Patria para todos o no habrá Patria para nadie”. Enfrentando a los que reniegan de su propio pasado, abonando el camino para que las nuevas generaciones no se encandilen con los cantos de sirena de los falsos progresismos y apuesten, como lo hicimos nosotros, con errores y aciertos, a revolucionarlo todo, como nos enseñaran el Comandante Guevara y tantos otros guerreros y guerreras de la libertad.
«Vale la pena seguir luchando», me dijiste un día en una entrevista, claro que vale la pena. reafirmamos ahora compañero Jorge Zabalza. Hasta la Victoria Siempre, venceremos!.