Alberto: «en pelotas como nuestros paisanos los indios». Lo grave no es el furcio en sí, sino la ideología que trasunta

En un intento servil por quedar bien con el presidente español Pedro Sánchez, el mandatario argentino Alberto Fernández quedó desnudo como el rey del cuento al malversar una cita de Octavio Paz ofreciendo la versión posterior euro-chanta de Lito Nebbia: “los mexicanos vienen de los indios, los brasileños vienen de la selva y los argentinos vienen de los barcos”. Octavio Paz había dicho: “los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos descienden de los incas y los argentinos descienden de los barcos”. Si bien Paz no era precisamente el Ché Guevara, su ironía iba dirigida centralmente hacia los argentinos por su autoproclamado europeísmo. La versión Nebbia-Fernández, en cambio, tiene un inevitable cariz racista con ese agregado de “los brasileños vienen de la selva”. O sea, según el imaginario euroecentrista, serían animales, salvajes.

Al ver el revuelo que causó su derrape, Fernández pidió disculpas a los que pudiera haber ofendido, pero no se retractó de la confesión “yo soy europeísta”, que hizo ante el socialista desteñido Sánchez. Una confesión que lo acerca a la definición de Jorge Luis Borges: “el argentino es un europeo nostálgico”. Frase que envió a la nada, de un saque, a todos los pueblos originarios y a los millones de criollos y mestizos que vivieron en estas tierras antes de la Independencia. De la Independencia respecto de una España donde reinaba un Borbón, como ahora. De una España a la que José de San Martín propuso combatir con uniformes o “en pelota, como nuestros paisanos los indios”.

Y esa confesión de europeísmo frente a un mandatario europeo, sí que es grave por razones obvias: para ser verdaderamente europeos, nos vamos a desarrollar sin límites, con la megaminería, con el fraking, con la deforestación, con lo que haga falta para explotar los recursos naturales que casualmente defienden nuestros paisanos los indios, los primeros habitantes de esta tierra que nunca debió llamarse “América” porque no fue “descubierta” sino avasallada con el mayor genocidio que registra la historia mundial por los conquistadores. Los abuelitos del socialmoderado Sánchez y de los inmoderados criminales fascistas que se le oponen.

Pero ese entusiasmo por quedar bien ante el presunto proveedor de inversiones y buenas influencias para agradar al FMI, tampoco toma en cuenta la historia reciente de nuestras relaciones con nuestra Madrastra Patria: la colonización
empobrecedora y antinacional de Aerolíneas Argentinas (de la que participó activamente el embajador kirchnerista en España Carlos Bettini) y el saqueo practicado por Telefónica, cuya tasa de ganancias sobre ventas superaba el 15
por ciento, cuando el promedio mundial de las grandes empresas de telefonía alcanzaba el 5 por ciento. Sin olvidar, claro, que nuestros queridos conquistadores la habían pagado con acciones inservibles en términos de mercado, a las que los europeístas del menemismo les habían reconocido su valor nominal.

No es por casualidad que juegue aquí con la metáfora del rey desnudo y la Orden General de San Martín, porque esta última es muy clara: para el Libertador los indios eran nuestros paisanos.

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